martes, 8 de junio de 2010

Valentía muda

Debería estar haciendo mil cosas, pero no se puede andar con las palabras atravesadas en la garganta, a manera de unas espinas que se te quedan cuando devoras algún desdichado pez. Siempre pensé que la mejor manera de ser consecuente conmigo y con mi profesión de literato era decir lo que quemaba dentro de mí. Hoy tengo tantas ganas de gritarle un par de verdades a algunos y decido callar. Me miro y me avergüenzo un poco de mí mismo, de estos actos de aparente cobardía que implican, más bien, mucha valentía. Callar pudiendo hablar: la desgracia eterna de Rimbaud. Muchas personas creerán que divago y hay tantas ganas de realmente divagar y viajar por los planetas, como el principito, y preguntar y preguntar y responder preguntando a las importunas curiosidades de los demás. Tengo tantas ganas de olvidarme un poco del mundo y dedicar mi tiempo al cuidado de una rosa y defenderla a precio de sangre de los baobabs y de los ingenuos que tienen tantas ganas de hacerme hablar cuando he decidido valientemente callar. 

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