lunes, 9 de marzo de 2009

Alguien quiere casarse

Yo siempre quise casarme. Aún hoy tengo una especie de pavor a quedarme totalmente solo en este mundo ingrato. No sé por qué me preocupa tanto esta posibilidad debido a que soy más bien un tipo introvertido que disfruta mucho leyendo, que supuestamente no se lleva del todo mal con la soledad. Sin embargo, tiemblo ante la posibilidad de que no exista alguien a mi lado cuando me despierte todas las mañanas. Alguien a quién poderle contar lo que siento, lo que pienso o hasta poder aburrirla comentándole alguno de los argumentos que he descubierto en las novelas.
Pero debo reconocer que la vez que pensé estar más cerca de haber hallado a la persona indicada, otra vez mi maldita estrella se encargó de traerme abajo el sueño dorado. Tratábase de una niña preciosa. Pequeña ella, de una sonrisa poderosa, un lindo rostro y un cuerpo que me traía loco desde los 13 años. Lo curioso es que no le dije lo mucho que me gustaba hasta que cumplí 15 años, y lo hice sí y solo sí porque había descubierto, vía una fuente confiabilísima, que ella también se venía muriendo por mí. A los 15 años estuve con la chica con la que mis amigos hubieran matado. ¿Por qué le gustaba yo? Nunca lo supe. Éramos todo lo contrario, no teníamos casi nada en común, y yo detestaba muchas cosas de ella. Pero me fascinaba con un beso, con una de esas caritas tiernas, con ese cuerpo que apenas empezaba a moldearse y que ya arrancaba las miradas de hombres maduros. Tudo fue felicidad durante 8 largísimos meses. Hasta que una noche mi mejor amigo y la mujer con la que pensé pasar el resto de mi vida se confundieron en un beso vil. Pero esa es ya otra historia, la de mi mejor amigo que dejó de serlo esa vez, y que volvió a serlo vía el mentado ojo por ojo. Baste decir, para acabar este posteo que ya se me comienza a ir de las manos, que siempre quise casarme, y este texto es mi pequeño homenaje a esa pequeña mujer que me hizo dar contra el suelo y llorar lágrimas de sangre, pero que me enseñó que para poder casarme había que sufrir primero, y mucho. Ayy, mi mala estrella...

0 comentarios: